domingo, 8 de junio de 2014

Historia de Pu carani

PUCARANI. APUNTES PARA UNA HISTORIA REGIONAL

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Juan H. Jáuregui*
Centro de Estudios para la
América Andina y Amazónica
(La Paz, Bolivia)
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Introducción.
                        La población de Pucarani[1] que tiene como su símbolo al nevado del Kaakaka[2] (ahora conocido como el Huayna PotosÍ), es tal vez una de las muchas que han seguido los  cambios producidos por los procesos históricos. Sus glorias o días fructíferos van seguidos de periodos de transición que la llevan a épocas de declinación en todas sus actividades.
                        Poco es lo que se ha escrito y una cantidad de documentos[3] aguardan para ser revisados y analizados a fin de trabajar la historia rural de un pueblo que vivió y fue partícipe de muchos sucesos que de observarse en forma aislada no se va a poder comprender en su verdadero significado. Lo que acá se presenta no es más que una pequeña parte de su vida.
                        La zona de estudio, gracias a la labor de investigación realizada por el arqueólogo Gregorio Cordero y por otros datos consignados en las crónicas españolas, nos muestra que tuvo establecimientos humanos desde épocas bastante remotas. La región formaba parte de uno de los fragmentos de los reinos Collas. Con la dominación inca, comenzará a tener mayor contacto con los cusqueños, lo que originará un asentamiento quechua que le permitirá convertirse en un tambo y formar parte del camino real incaico.
                        El grupo étnico de los Urus, denominado por Francisco de Paula Sanz[4] como "verdaderos hombres anfibios", presenta también asentamientos en la región costera del lago Titicaca; los mismos que se van a mantener hasta mediados del siglo XIX y a partir de ese momento se producirá su constante migración hacia la actual zona lacustre peruana, hallándose en la actualidad en plena etapa de extinción, pues los últimos sobrevivientes ya han sido, o están siendo, asimilados por los aymaras.
                        En el actual sitio de la población se comprobó la existencia de un asentamiento prehispánico. "La serranía Wayllo constituye el primer sitio prehispánico visitado. Yace a 250 metros de distancia de la plaza principal del pueblo, en dirección al oeste. Pasa por el lugar el camino que conduce a la localidad de Aygachi".[5] En este reconocimiento arqueológico se pudo recolectar abundantes fragmentos de cerámica, objetos metálicos y líticos, lo que según Cordero "da idea de gran población durante el periodo inka",[6] es necesario aclarar que esta cerámica corresponde al estilo inca regional.
                        La irrupción española modificará la región. Los antiguos asentamientos prehispánicos serán modificados con la implantación de las reducciones, en la que "los viejos pueblos" sólo servirán de referencia en la documentación de litigios coloniales. Al parecer Pucarani, por la presencia de una población importante se convertirá en uno de estos pueblos de reducción, al que confluirán otros que deberán dejar sus antiguos asentamientos.
                        Desde el momento de las reducciones, la población tendrá sus dos caciques de Hanan y Urin, lo que por el momento no se pudo establecer es si estos son de origen indígena. Muy tempranamente va a aparecer el apellido Balboa como el principal cacique de la región, posteriormente, a fines del siglo XVI aparece un otro cacique de apellido Jáuregui.[7] Ambas familias cacicales van a pugnar por la hegemonía hasta muy entrado el siglo XVIII.
                        El periodo colonial se caracteriza esencialmente por una agricultura relativamente importante, con una cría de ganado vacuno y especialmente el ovino que se difunde en toda el área y en cantidades bastante significativas, ello sin dejar de lado la cría de los auquénidos; muy especialmente la llama.
                        La distribución de las tierras fue realizada en los primeros momentos de la conquista española, atendiendo al "trabajo" realizado por los conquistadores, quienes luego de culminar con su tarea se vieron favorecidos con la posesión de inmensos fundos que beneficiaron a sus familias por el lapso de dos vidas, es decir de dos generaciones, quedando en muchos casos en perpetuidad y en otros pasando a otro grupo familiar. Luego de un periodo, gran parte de estas propiedades quedaron en poder de las órdenes religiosas por no poder cumplir con las obligaciones contraídas a través de las capellanías, censos, y cláusulas testamentarias.
                        Fueron pues las órdenes religiosas las que luego de transcurrido los "tiempos de la conquista" y estar culminando el periodo de colonización irán acaparando tierras a consecuencia de aspectos ya señalados. Entre las principales órdenes religiosas, que usufructuaron una serie de estancias, fundos y tierras, se encuentran la de los Agustinos y Jesuitas. Las Concepcionistas parecen presentarse recién a finales de la colonia, en pleno siglo XVIII.
                        La orden religiosa de los Agustinos se asentó en Pucarani en 1576, gracias a una autorización del Virrey Francisco de Toledo, que permitió y "puso en posesión del pueblo a los Agustinos en la persona del Prior Fray Clavijo, que vino de La Paz, y de los padres Fray Juan Merino y Fray Diego de la Serna".[8] En este convento, denominado Nuestra Señora de la Gracia, estuvo radicando mucho tiempo uno de los cronistas más importantes de la época, fray Antonio de la Calancha, autor de la Crónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, publicada en 1639.[9]
                        Esta orden religiosa tenía en su poder una serie de fundos, entre los que resaltan por su importancia Chuñavi, Huayrocondo, Seguenka, Caluyo, Chirapaca, las que permitían la subsistencia de la orden. Contaban con un promedio aproximado en unas 8.000 cabezas de ganado ovino por estancia. Estas estancias se alquilaban a terceras personas, quienes al margen del monto de alquiler debían otorgar una serie de beneficios a la orden como el de entregarles una cantidad fijada de la producción para uso de la orden durante el tiempo del contrato.
                        Es en éste periodo que un escultor indígena, Francisco Tito Yupanqui, realiza una de sus obras, la efigie de Nuestra Señora de la Gracia, que fue entronizada en 1589, siendo desde esta época venerada por los milagros que se le atribuye.[10]
                        Después de bastantes años de permanencia, el convento volvió a Viacha, quedando Pucarani reducida a su calidad de parroquia, pero pese a esas circunstancias, muchas de las propiedades quedaron en poder de los Agustinos, otras formarán parte de la parroquia.
                        La población va a presentar una paulatina mestización. De un pueblo de reducción indígena se va a convertir en un pueblo de mestizos, donde, contrariamente a lo que ocurría en otros espacios, la actividad del cacique indígena va ir perdiendo importancia. La conformación de su estructura agraria y la presencia de nuevas familias le va a dar ese su carácter mestizo. Probablemente la incursión de una de estas familias en actividades de organización indígena, desplacen la influencia de las familias cacicales indígenas.
                        Con un fuerte grado de mestización, la población, va a ser partícipe de los movimientos indígenas de fines del siglo XVIII. Su posición será clara: tomará el partido realista. En la población se asentará un grupo que apoyará la causa realista, aun cuando hubo intentos por parte de los Katari de tomar la población como causa indígena.[11] El hecho que desde Pucarani se auxilie a La Paz, nos muestra el partido por el que iban a tomar. Ya para estas fechas, las familias radicadas en la población controlaban toda la estructura agraria y por lo tanto debían defender sus intereses. En esa situación vieron pasar este proceso y los restantes que culminaron con el establecimiento de la nueva república.
                        El periodo republicano es, en términos generales, para toda la nueva república una continuación de lo practicado durante la dominación colonial española. La propiedad de la tierra en muchos casos continuará en las mismas manos de mestizos y criollos florecientes y en otros pasarán a poder de nuevos personajes que surgirán a consecuencia de las luchas de emancipación.
                        El siglo XIX significará la consolidación de las familias dominantes, que a través de las políticas desarrolladas por los gobiernos de turno consolidarán su poder en el manejo y uso de la tierra. La política que se ejercita en el país, será reflejada en la pugna por el poder de la región que se va a dar entre las familias de la población.
                        A fines del siglo XIX, la influencia de la política se verá reflejada en sus habitantes. La condición criolla-mestiza de sus principales familias le va a llevar a tomar partido por el "liberalismo", captado por gran parte de la población del departamento de La Paz. Pucarani participó en la Revolución Federal, encabezada por el general José Manuel Pando, siendo fervientes partidarios suyos. "En Pucarani se organizó el Regimiento Abaroa, en base a efectivos reclutados en el vecindario, con el propósito de adelantar la revolución federal.[12] Su posición federalista la llevó a conflictos con la capital de la provincia, Achacachi que mostraba una clara tendencia hacia los llamados conservadores, ambas pertenecientes a la entonces Provincia de Omasuyos. El recuerdo de esta adhesión a la causa federalista aún persiste en una canción popular que se la sigue entonando.[13]
                        El liberalismo permitió un asentamiento de las estructuras de poder de las principales familias de la población, la nueva política fue dirigida a la apropiación de tierras de comunidades que habían aguantado la expansión de la hacienda. Su posición liberal va a llevar a tramitar la separación de Omasuyos con la creación de la Provincia Los Andes, el 24 de noviembre de 1917.
                        La Villa de Pucarani, capital de la nueva provincia, va a seguir el curso de la política impuesta por los gobiernos de turno. Sus familias se dedicarán a afianzar sus posesiones de tierras, y en algunos casos, a incrementarlas. El elemento que durante muchos años parece haber desaparecido, en esta época vuelve a tomar importancia. A la preponderancia de las familias de la población, nuevamente se suma la importancia de la presencia del sacerdote propietario ligada a alguna de las familias de la región.[14]
                        La Guerra del Chaco va a iniciar un cambio en la vida de la población. La mayor parte de sus habitantes, sin distinción de clases sociales va a partir rumbo a la contienda bélica. En este transcurso se van a producir una serie de movimientos indígenas, bajo el pretexto de la movilización forzada a que son sometidos, que culminarán con tomas parciales de la población y una represión cruenta dirigida por el padre Ibar Ramírez.[15] El retorno constante de los combatientes desembocará en la conformación de nuevas familias. Si bien muchas de las familias tradicionales van a mantener la hegemonía de la región, otras por efecto de la guerra y por otras causas abandonarán la población, dejando sus tierras al cuidado de "administradores" en muchos caso provenientes de familias emergentes del pueblo.
                        Bajo estas condiciones vivirá la población hasta la revolución de 1952 que acabará con el poder de muchas familias, que será recogido por las familias emergentes ligadas a las anteriores, en muchos casos como administradores. Este proceso social de la revolución nacional de 1952 con la dictación de la Ley de Reforma Agraria (1953), obligará en muchos casos a que las tierras que no fueron afectadas por la ley sean vendidas a sus ex comunarios. Paulatinamente las familias tradicionales van a dejar la población, en muchos casos desvinculándose definitivamente, y en otros, manteniendo lazos mediante el parentesco espiritual con sus ex comunarios o con los llamados "obreros".
                        La nueva configuración de la sociedad boliviana dejará, en el caso que analizamos, el poder de la región a las familias emergentes y a aquellos "obreros" partícipes del emergente Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Los antiguos patrones paulatinamente irán quedando en el simple recuerdo. La ligazón con el pueblo se verá reducida a un "afecto por la tierra", que se la hará evidente con motivo de las festividades religiosas.
La Estructura agraria.
                        La estructura agraria de la región va a comenzar cuando a los primeros conquistadores se encomienden tierras y hombres. Nuestra zona de estudio va a ser encomendada a Hernando Chirinos y a Mencia de Vargas, estas encomiendas fueron otorgadas por el Lic. Pedro de La Gasca. En la Visita General[16] de 1573 se establecerán las correspondientes "tasas" tanto de los aymaras como de los uros, que van a ser cobradas por los mencionados encomenderos.
                        La posterior llegada, de la orden de Agustinos y después de Jesuitas y Concepcionistas, especialmente el de los primeros que por estar asentados en el pueblo mediante un convento, van a empezar a tomar para sí, mediante diversas vías, (censos, capellanías, testamentos, dotes, etc.) varias tierras que deben servir para el sustento de la orden. Contaban para sí con fundos como Chuñavi, Huayrocondo, Seguenka, Caluyo, Chirapaca. La orden de la Compañía de Jesús, adquirió varias tierras, entre ellas,  "la hacienda de Hancocagua fue comprada de doña Nicolasa Miranda (no encontramos la fecha) en 200 pesos por el Rector del Colegio".[17] Esta hacienda ya bajo su control contaba con 10.913 cabezas de ganado de castilla, 220 de vacuno y 44 terneros. Otra hacienda importante es Caviña con 2.024 cabezas de ganado ovino, 10 bueyes aradores9. En todos los casos sus tierras a parte de ser aptas para la cría de ganado, también son útiles para el sembrado de papas, cebada y cañahua.
                        La posesión de estas tierras por los jesuitas se vio afectada por su expulsión del distrito de la Audiencia de Charcas  -4 de septiembre de 1767-  las que en primera instancia pasaron a la Junta Municipal de Temporalidades de La Paz, la cuál establecerá el valor en que serán rematadas y posteriormente quedarán en poder de personas particulares adjudicatarias.
                        Francisco de Paula Sanz nos muestra, para 1780, a los indígenas de la región principalmente como arrieros y conductores de la coca, con abundancia de ganado ovino y siembras de papa y cebada.[18] Situación ésta que parece mantenerse hasta muy entrado el siglo XIX. Las haciendas y estancias servirán básicamente para el abastecimiento de la ciudad de La Paz, la región, y en algunos casos formarán parte de una estructura agraria ligada a intereses mineros y comerciales.
                        Las comunidades indígenas, en el siglo XIX republicano, van a estar sometidas a constantes cambios, producto de las leyes republicanas.[19]  Se puede observar el cambio de muchas comunidades convertidas en haciendas y nuevamente adquieren su antiguo rol de comunidad indígena.[20] Ello nos permite observar como los indígenas pasan de comunarios a yanaconas. Parece que este tipo de "cambio social" les permitió seguir controlando las tierras, especialmente los pastizales. Muchos documentos nos muestran como miembros de una determinada comunidad aparecen en función de yanaconas en haciendas relativamente próximas.
                        La matrícula de 1863 nos muestra para Pucarani; 120 originarios, 453 forasteros y 1136 yanaconas. La presencia de un mayor número de originarios, en relación a otros cantones aledaños a Pucarani, va a mostrar un otro tipo de actitud, menos violenta, pero siempre dispuestos a defender "las tierras de común" que son compartidas con los vecinos del pueblo logrando conformar a través de estas tierras, de un especie de cinturón de seguridad, que marcará los límites entre las tierras de comunidad con los límites del pueblo.
             Las comunidades debían defender los intereses de su propiedad ante el avance de la hacienda, apoyadas en las diversas leyes republicanas, y otras artimañas que permitieron la posibilidad del acceso a las tierras de comunidad por las vías de la consolidación y ventas por cuenta del gobierno nacional, es decir transformando las comunidades en haciendas.
                        Autoridades como el ministro de Hacienda, Pantaleón Dalence, en 1874, expresaba "la necesidad de evitar las alarmas y resistencias que una nueva distribución provocaría en gente tan belicosa cuando se trata de terrenos, aconseja declarar a cada indígena propietario del lote que posee, bajo sus demarcaciones actuales y expedirles el título para que, salvo alguna restricción temporaria del derecho de enajenación quede sujeto a las leyes generales".[21] En estas condiciones, en que la comunidad es expuesta al minifundio, estas librarán una constante lucha contra el avance "legal" e ilegal de la expansión de la hacienda.
                        La región en sí podría considerarse pastoril, y es en estas circunstancias, que a su vez tratará de mantener su inserción en el mercado paceño. Quienes estarán más abocados en este tipo de mercado serán los mestizos que controlan la hegemonía del pueblo bajo el disfraz de "comerciante" o "hacendado".
                        El indígena de fines del siglo XIX tiene bien presente que la preservación de la tierra es fundamental para su existencia, incluso se apoyarán en documentación colonial, aceptada por las leyes republicanas, en la que el rey de España les garantiza su propiedad.      
                        Parte de la circular del 11 de marzo de 1879 dirigida a prefectos y presidentes municipales decía "las guerras privadas sobre linderos parte de la obsesión o absoluta ignorancia de la raza indijenal, cuyo estado intelectual corresponde a la edad media europea, en que se practicaban luchas y violencias sobre la propiedad raíz".[22]
                        Estas guerras privadas, no serán otra cosa que la constante lucha entre haciendas y comunidades por el control de la tierra, en la que el indígena tiene las de perder si no sabe acudir a un personaje ducho en leyes que lo defienda. Tal es el caso de Claudio Jordán, un comerciante radicado en Pucarani, que va a ser partícipe de muchos juicios como apoderado de los indígenas. Incluso algunos hacendados lo tomarán como apoderado cuando tienen que enfrentarse en juicios por deslinde de tierras, trátese de algún influyente hombre de La Paz o un miembro de la iglesia.
                        El periodo de 1880-1900 está caracterizado por la voluntad de ruptura con el statu quo para modernizar el país. Los criollos en el poder decidieron dar fin a las comunidades indígenas debilitadas en el curso del siglo.[23]
                        No solamente la asonada era una de las formas de lucha de los comunarios, también lo era el negarse a trabajar alegando que habían sido engañados en la venta de sus tierras y estarán dispuestos a devolver el dinero a su patrón, quién a su vez va a alegar que la venta fue realizada legalmente dando lugar a que los indígenas asuman una posición beligerante.
                        Existía otra forma de adquirir las tierras de comunidad. Como éstas habían sido parceladas, resultaba una forma fácil comprar los tablones individualmente. Es el caso de los Lazo de la Vega, quienes adquirirán tierras a la comunidad de Chipamaya mediante la compra individual. En este caso los indígenas, como en otras situaciones, solicitan la devolución de sus tierras por ser ventas fraudulentas, utilizando el "temor" para hacer retractar a los Lazo de la Vega del usufructo de las tierras de comunidad.
                        Un aspecto que influyó en las relaciones comunidad-hacienda fue la cantidad, en muchos casos enormes, de propietarios. Existían tierras que contaban con varios dueños, las que en muchos casos eran manejadas por administradores y en otros casos, estas tierras, eran dejadas casi a libre administración por parte de los mismos comunarios, quienes debían entregarles determinadas cantidades de productos.
                        El patrón, para ganar la adhesión de "sus indios", hacía celebrar la misa correspondiente al santo patrono de la hacienda, ocasión en que los indígenas participaban con bailes propios de la zona. Es precisamente en la celebración de estas festividades, que se van a desarrollar los llamados "tumultos". Normalmente quienes sufren la "invasión" son los que están celebrando la misa o festividad religiosa.
                        Estos aspectos; la presencia de muchos propietarios, y en caso de que los dueños ya no estén en condiciones económicas de mantener la propiedad, motivará la presencia de nuevos propietarios, que con un poco de fortuna o la experiencia adquirida como administradores, salidos de una clase mestiza en constante ascenso social, empiecen a controlar las tierras. Ellos mediante una serie de alianzas y estrategias entre familias: el compadrazgo y el apadrinamiento, pueden proteger su patrimonio y durante una generación les posibilitará tener relaciones de dominación y obtener servicios gratuitos.[24]
La estructura de poder local.
                        Es sin lugar a dudas el factor principal que posibilitará a la población mantener su hegemonía en relación a las poblaciones circunvecinas está en el control que ejercen sobre la propiedad de la tierra. En este momento, la posesión de la tierra, es el elemento que permite mantener preeminencia entre las familias que controlan el poder local. Los recursos que se utilizarán serán variados, pero el fin es un solo: el monopolio de la tierra.
                        Este avance sobre la tierra de comunidades se lo va a realizar precisamente a fines del siglo XIX. En estas dos últimas décadas, muchas de las familias van a incrementar su riqueza. De uno de estos casos pudimos recoger un testamento, y vimos que una familia para 1909 contaba por sus bienes: Llanquechapi, Chaucha Chico, Pampacallo Chico, Guilacollo, Aujapata, dos sayañas en Hospital, una parte de Torrejón Lacaya, una acción en Guanacollo, tablones con los respectivos terrenos, y terrenos en el cerro Guayllo, y además casas en la población: una en la calle Abaroa, otra en la Plaza 16 de Julio y la calle Bolívar, otra en la misma calle frente a esta última, otra en la Plaza 16 de Julio.[25] Viendo solamente esta descripción nos damos cuenta que estamos frente a una de las familias más importantes; las otras familias representativas la conforman los Miranda, Rubín de Celis y los Guachalla.
                        La persona que dejó los bienes, mediante testamento, anteriormente citados, es Eulalia Márquez Chirinos, en ese momento viuda de Camilo Jáuregui. Se trata de bienes obtenidos durante su matrimonio como nos lo indica en el documento. Lo que en ningún momento menciona es si alguno de ellos heredó algún bien inmueble, esto debido a que ambos provienen de familias siempre ligadas a la propiedad de la tierra.
                        La propiedad de la tierra fue distribuida en la región entre varias familias. El impuesto catastral de 1912[26], nos proporciona una lista de familias propietarias cuya mayoría no reside en el pueblo o lo hacen fugazmente. Probablemente muchas de estas tierras estén encargadas a administradores mestizos. En esta nómina de propietarios encontramos a Rosa, como la hija mayor de Bernardo Jáuregui, Flora, hermana de este último y casada con Ricardo Guachalla y Asunta, la segunda esposa de Bernardo que están en posesión de algunos de los bienes dejados por el padre de Bernardo, Camilo Jáuregui.
                        Aparecen también como propietarios otros personajes importantes como José Rubín de Celis, Mariano Balboa, Ramón Montes de Oca, Adelaida Guachalla, Simón Miranda, Andrés Luján, Vicente Zegarra. Familias estas sobre las que va a girar la vida de la población.
                        Figuran también personajes importantes, quienes ocupan los principales cargos de gobierno local, que van desde el juez hasta el cargo de corregidor, cargos que daban notable poder local. Irene A. de Ponce de león, propietaria que no radicaba en la población, en parte de un memorial, indicaba que "desaparecieron por fortuna en Bolivia los tiempos de un luctuoso y triste pasado, de oprobioso recuerdo de nuestra vida republicana, en los que no había gobierno propiamente dicho, sino un menguado remedo y que con tal nombre solo miraba el caudillaje oficial: luctuoso triste pasado en el que cada subprefecto creía que la provincia era su patrimonio y cada corregidor el cantón, convirtiendo sus funciones públicas en un venero de lucro, en un instrumento de despojo administrativo y en una industria de improvisar fortuna sin esfuerzo honrado ni labor incesante y haciendo gemir al pueblo".[27]
                        La propietaria se refería a la actuación del corregidor de Pucarani, Andrés Luján. Aquello que denuncia, el abuso y la apropiación ilegal, será una de las constantes en la vida de las poblaciones rurales. Es interesante destacar que a este tipo de actividades que critica lo compara con las correspondientes al sexenio, época en la que precisamente las comunidades van a sufrir la embestida de la hacienda.
                        Las quejas contra los corregidores van a ser constantes, un año después, en1915, el entonces corregidor territorial Estanislao Jáuregui va a ser acusado de apropiarse de terrenos de hacendados radicados en el pueblo como Santiago Solares y Alfredo Prieto. El mencionado corregidor es acusado de apoderarse de terrenos con apoyo "de la capa baja del pueblo". De estos sólo se conoce algún nombre, lo más probable sea que hayan sido los denominados "obreros".
                        Ha sido bastante difícil poder constatar la relación del corregidor Jáuregui con la familia del mismo apellido del tronco de Camilo. Pues, al parecer, los vecinos "sensatos", según el documento, como Simón Miranda, Salvador Irusta, Ricardo Guachalla (casado con la hija de Camilo) o el Presidente de la Junta Municipal, José Rubín de Celis, están estrechamente relacionados, incluso mediante lazos familiares.[28]
                        Contrariamente al primer caso presentado, donde la dueña, al parecer tiene poca vinculación con la población, en este caso se nos presenta una lucha entre vecinos del pueblo y personajes principales como hacendados contra un corregidor. El lenguaje presentado en ambos casos es claro. La Sra. Ponce de León hace gala de un buen conocimiento cultural, tratando de mostrar las diferencias con gobiernos anteriores. Mientras Alfredo Prieto solicitará juntamente con Santiago Solares la destitución del corregidor, no solamente porque, según ellos, habían sufrido despojo violento de tierras, sino porque además no escuchó las voces de sus autoridades superiores.
                        Dos años después, uno de los testigos, Salvador Irusta será también corregidor, quien al serle pasado un pliego de cargo, mostrará en su descargo una nómina de personas deudoras del impuesto catastral. A través del descargo podemos observar a un grupo de familias que poseen tierras, en un total de 25 propietarios. El poder sigue bajo control de unas cuantas familias. Salvador Irusta aparece unos años antes como comerciante. al parecer se trata de un miembro de una familia emergente. En los años posteriores estas nuevas familias conformarán el grupo de vecinos principales.
                        Podemos observar que a través del cargo de corregidor algunas familias van a obtener beneficios, mostrarán su poder. Pero los damnificados no son precisamente los vecinos, entre quienes parece existir una relativa cordialidad. Los que sufrirán de la opresión del corregidor serán las familias indígenas que se van asentando en el pueblo, que a la larga adquieren el apelativo de "obreros", y junto a ellos los miembros de las comunidades se resisten a asentarse en el pueblo. En 1923 los apoderados de varias comunidades del departamento de La Paz, entre ellas: Iquiaca, Tujuyo, Hantapata, Hospital, Cota Cota, Chipamaya y Calasaya, todas correspondientes al canton Pucarani, se quejaban de las frecuentes desmembraciones, en perjuicio de la extensión territorial y con el consiguiente despojo de hecho delas posesiones correspondientes a sus propietarios indígenas; que "han servido para que se aprovechen unos cuantos inescrupulosos  y resulten latifundistas de la noche a la mañana".[29]
                        El monopolio de la tierra llevó a  Salvador Irusta, en 1937, presidente de la Junta Municipal eleve un oficio al Prefecto del Departamento en el que solicita no se efectivice el "nuevo" camino trazado por Chirioco, pues el único interesado es Ramón Segundo Gonzales, dueño de esa finca. Según la Junta Municipal el camino de Pucarani atraviesa fundos de los hermanos Loza en Corapata; José Manuel Carpio en Ancocagua y Querany; Roberto Clavel en Coani; los hermanos Montes de Oca en Mucuña; Chojñacollo de los hermanos Loza, Eduardo Soliz, Villegas, Irigardeo, Walter Méndez, Enrique Zalles y otros propietarios, les interesa mucho más la conservación del camino de Pucarani que arreglar el de Chirioco.
                        La pugna por la tierra seguía su camino, algunas familias tuvieron que ir cediendo posiciones en beneficio de nuevas familias. En el caso de una de ellas, conforme pasaban los años, sus principales posesiones habían pasado a poder de otros. Al fallecer primero Camilo y luego su hijo Bernardo, los hijos de este último heredarán parte de las tierras, pero al ser todos aun menores, casi niños, por motivos aún no explicados, algunas tierras quedarán en poder de Vicente Zegarra, quien fue albacea de los bienes de Eulalia de Jáuregui.
                        Ya para los años de la guerra del Chaco, muchos hijos del pueblo se enrolarán en los contingentes que marcharán hacia el sudeste. La población quedará con niños y mujeres e indígenas que se niegan a enrolarse en el ejército. Los años de guerra servirán para que algunas familias emergentes empiecen a tomar un rol protagónico. Durante este tiempo, Vicente Zegarra y otras familias, como los Cordero, empezarán a tomar un rol, compartido con algunas familias tradicionales. Las familias Miranda y Cordero a la muerte, primero de Vicente y luego de su esposa Tomasa Cordero, heredarán la mayoría de los bienes dejados por ambos.
                        Al retorno, finalizada la guerra, los excombatientes se encontrarán con nuevas familias controlando las tierras, algunas de las antiguas familias han mantenido vigencia, pero la guerra los ha dejado con pocas posibilidades de mantener la heredad familiar. Ante ello la atracción de la ciudad los induce a dejar paulatinamente la vida rural. La población quedará bajo la influencia de algunas familias tradicionales y de las emergentes. Algunas otras familias vieron poco a poco reducidas sus antiguas propiedades a simplemente algunos terrenos para el uso casi familiar.
                        Los sucesos que producirá la revolución nacional de 1952, servirá en primer lugar para poner fin a la hegemonía sobre la tierra que aún detentaban algunas familias. Un otro aspecto será el de cambiar la vida misma del pueblo, pues las familias emergentes que habían empezado a poseer algunos fundos deberán, al no estar afectadas sus tierras por la Ley de Reforma Agraria, entablar largos litigios con sus antiguos colonos para "venderles" estas tierras.
                        Este proceso marcará el fin del control hegemónico sobre la propiedad de la tierra. Muchas familias emigraron hacia la ciudad, conservando para sí una cantidad apreciable y dispersa de tierras que les servirán de nexo con el campo en lo futuro. Además, por su condición de "antiguos vecinos" van a seguir influyendo en las actividades del pueblo. Algunos miembros de las familias emergentes se afiliarán al nuevo partido político, para a través del poder político, captar los cargos principales que les permitan confluir a los de mayor jerarquía.
Poder y lucha política.
                        Como en todo pueblo, la actividad política no se dejó de sentir. Habíamos indicado en otro acápite la influencia que tuvo el liberalismo. Gran parte del pueblo había tomado para sí esa corriente política. La división o resquebrajamiento del liberalismo, con la creación del partido republicano, originó también que en el mismo pueblo las posiciones políticas se dividan. La mayor parte de los hacendados y principales vecinos seguirán tomando el camino de los liberales, mientras que unos cuantos, y apoyados por otros pobladores, los obreros principalmente, tomen causa por los republicanos.
                        De un informe dirigido al Prefecto del departamento, en 1926, podemos observar que para las justas electorales del siguiente año se van preparando tres grupos políticos. Uno que propicia la candidatura del Dr. Francisco Jáuregui, una segunda del Dr. Ramón Gonzales y un tercero que apoyará la candidatura oficial.[30]
                        Esto originará a su vez que las familias tomen partido y se presenten reyertas entre ellos. En una de esas discusiones políticas, se presentó un altercado entre Ricardo Guachalla, partidario de Gonzales, contra Severino Prieto, partidario de Jáuregui. Los partidarios de Jáuregui o "jaureguistas" como se los denominaba, organizaron una manifestación en contra de la familia Guachalla, hecho que se va a repetir por algunos días.
                        Mientras el intendente de policía, Andrés Luján, solicitaba la dotación de armamento, pues según él y atendiendo las continuas demandas de los "principales" vecinos sobre "desmanes de populachos embriagados y exaltados que a la voz de viva Jáuregui allanaban domicilios particulares las noches del 21, 22 y 24 y en coro vociferaban abajo Siles".[31]  Para el intendente Luján esta clase de manifestaciones hostiles tiene que producirse porque son instrucciones de sus dirigentes.
                        La guerra del Chaco trajo muchas consecuencias. Una de ellas se relaciona con la sublevación indígena que es detectada. motivo que obliga a sus habitantes a pernoctar en la iglesia, como indican "presa de horrible sufrimiento". Estos posibles levantamientos indígenas obligarán a sus habitantes a dejar sus posiciones políticas y organizarse para este otro tipo de enfrentamiento. La incertidumbre va a durar aún varios meses hasta conocerse que sería la fiesta de la Cruz el día de la sublevación.[32]
                        Al margen de posiciones políticas, pero al parecer manteniendo ciertas preeminencias se va a crear una Junta Impulsora de Vecinos, conformada por los más representativos, este directorio fue constituido un 3 de enero de 1932 y en él se encuentran nombres ligados a la fracción de los Jáuregui. Este Directorio está presidido por el Subprefecto, del que no pudimos obtener su nombre, intervienen como vicepresidentes el párroco Dr. Encinas y José Rubín de Celis. La presencia del párroco en las actividades del pueblo se va a hacer muy común, al margen de que ellos habían desempeñado funciones netamente religiosas, ahora el párroco es parte importante de la actividad del pueblo. Como secretarios y tesoreros estarán los Jáuregui; Heriberto como primer secretario, Ernesto como segundo y Estanislao como tesorero. El primero resulta ser uno de los hijos de Bernardo, el segundo es su primo hermano y el tercero un familiar muy cercano, con grado de parentesco desconocido.
                        Esta Junta  empezará a alcanzar posiciones dentro de la vida del pueblo. La Junta Impulsora se volverá en la contraparte de la Junta Municipal. El presidente de la Junta Municipal, Sergio Villamil, es a la vez vocal de la Junta Impulsora. De esta su doble posición se valdrá para tratar de controlar las labores de la Junta Municipal, que según él está en manos de personas que cometen arbitrariedades amparados en su mayoría, entre los que se encuentran David Cordero, Cleto Zegarra y Emilio Prieto.
                        Villamíl acusará a David Cordero, que sin embargo de haber obtenido el mayor número de sufragios el obrero Dionisio Vásquez, ha ingresado a la Junta Municipal amparado por la mayoría que reúnen los suyos. El munícipe Cordero posteriormente será enrolado al ejército.
                        En una nota reservada al prefecto[33], se indica que los nombramientos para munícipes se hicieron entre Sergio Villamil, Germán Luján y José Rubín de Celis. En esa misma nota se indica que David Cordero desertó del ejército y se encuentra oculto al parecer en la misma población. El enrolamiento y la deserción serán algunas de las estrategias que utilizarán los contrarios para tratar de inutilizar a sus oponentes.                      
                        El escrutinio general de diciembre dio como resultado: para diputado suplente, Fidel Miranda con 94 votos; Humberto del Solar 26; Julio Sánchez 4. Para munícipes propietarios: Estanislao Jáuregui 21 votos; Germán Luján 21; Emiliano Miranda 19; Juan Rivera 18; Sergio Villamil 14; Ponciano Prieto 14. Suplentes: Juan Balboa 19 votos; Quintín Prieto 14; Alejandro Castillo 10 y Braulio Segales 8. Corregidor titular Andrés Luján, suplente Santiago Cordero.
                        De este escrutinio podemos observar jerarquía de poder, pues quienes postulan para diputados suplentes son personas importantes del pueblo y así se irá bajando en escala decreciente.
                        En las elecciones para senadores nacionales, efectuada en el mes de mayo de 1933, se presentaron tres postulantes y quién ganó fue José María Zalles, uno de los propietarios importantes de la provincia con una ventaja de 97 votos sobre Bautista Saavedra que solo obtuvo dos y un tercero, un de apellido Gutiérrez que no obtuvo ningún voto.
                        En estos escrutinios, los personajes vinculados a la provincia van a tener su importancia. La actividad de Juan María Zalles, dentro de la vida de la población al parecer pasa desapercibida, lo más probable es que este personaje vinculado a la política nacional se sirva de su posición además de ser un hacendado en busca de prevalecer su prestigio.
                        En 1934, la sublevación general de indios ya es cosa del día. El Subprefecto Nava atribuye a la sublevación la persecución de "omisos remisos emboscados" que motivará a su vez que la indiada de los alrededores de Pucarani se preparen para asaltarla.[34]
                        El presidente de la Junta Municipal, Germán Luján, será más claro al informar que la incursión de los indígenas al pueblo fue contenida en parte con la colaboración de los vecinos, indígenas y una reducida fuerza armada, incendiando algunas casas deshabitadas en los alrededores del pueblo, que originó según Luján que "esta emergencia ha sido interpretado por el señor jefe general de las policías de la república, el padre Ibar, como una consigna de toda la vecindad, para el incendio general que, como consecuencia a capturado a los mejores defensores del pueblo".[35]
                        Pese a estas contingencias de la sublevación, la Junta Municipal constituirá su directiva presidida por Germán Luján, colaborado por Estanislao Jáuregui, Emiliano Miranda, Sergio Villamil y Juan Rivera. Sus miembros son gente mayor que no puede asistir al conflicto bélico, gente que además debe hacer frente a las vicisitudes de los movimientos indígenas. El presidente de la Junta Municipal constantemente solicitará se le envíe una guarnición con la que se pueda hacer frente ante una nueva incursión indígena.
                        La sublevación indigenal, del 4 de enero, afectó a Pucarani ocasionando la renuncia del entonces subprefecto Domingo Nava. Esto originó que desempeñen el mencionado cargo, como dice el presidente de la Junta Municipal, sin ninguna responsabilidad personas como Vicente Alarcón o el subteniente Ramón Viscafé. Se muestran como personajes que no son del agrado de la Junta Municipal.
                        Las disputas por ocupar cargos dentro del gobierno provincial parece ser importante, pues les permitirá eludir el servicio de las armas. El recién nombrado subprefecto Alvarez Daza observará que el corregidor de Pucarani, Salvador Irusta se ha titulado Subprefecto accidental. En la nota le indicará al prefecto que los pocos vecinos que existen le han visitado juntamente con el párroco al haber regresado a Pucarani. El que Salvador Irusta esté comprendido en el último llamamiento facilitará la labor del nuevo Subprefecto. Además deberá ver la posibilidad de resguardar la población de nuevas incursiones de indígenas, "ya que los vecinos con que contamos para ello, se encuentran ahora enrolados en el ejército, cuyos intereses mismos es necesario protejerlos como corresponde".[36] La actividad política, la guerra, las llamadas sublevaciones indígenas y las actividades de la Junta Impulsora se van a confundir, cada cual guiada por sus propios intereses.
                        La guerra del Chaco va a significar para la región un cambio sustancial, pues al llamamiento al servicio muchos de sus hijos se enrolaron voluntariamente, otros prefirieron esperar hasta el último momento y una poca cantidad luego de enrolarse desertarán. Al margen de estos hechos, la guerra dejó a los pueblos rurales con escasos habitantes, bajo la dirección de la gente mayor y de las mujeres. Lo que nadie había pensado es que la guerra cambiaría el pensamiento de los sobrevivientes o "excombatientes". Al retorno de la guerra se tendrá un nuevo horizonte.
Los hijos de la guerra.
                        Luego de firmada la paz con el Paraguay, contingentes de excombatientes retornarán a sus tierras, otros preferirán quedarse en las nuevas ciudades. Paralelamente los que habían terminado abandonando la guerra por heridas, saldrán de los hospitales, a ellos se sumará el contingente de los ex prisioneros. Las experiencias vividas por todos estos grupos humanos serán vertidas en la nueva realidad del país, en su región y más precisamente en sus lugares de origen.
                        Mucha gente que tuvo la suerte de regresar de la guerra se dirigirá a su pueblo, poco a poco la gente que retorna va dándole una nueva tónica a pueblos rurales, muchos de los cuales quedaron virtualmente despoblados. Muchos de los que regresan de la guerra verán en las ciudades una posibilidad de mejorar su vida.
                        Los que se encontraban aun pensando en el desarrollo rural, a seguir enseñando, como es el caso de Heriberto Jáuregui quién seguirá ejerciendo su profesión de preceptor de escuelas rurales.[37] Luego de un tiempo de ausencia, volvió, en 1937, a su pueblo en calidad de Director de la escuela mixta de Pucarani. A partir del año 1939 desempeñará la función de Director Visitador de las escuelas rurales hasta el año 1943.
                        Por su parte, los obreros se van organizando, tal el caso del Centro Social de Obreros. Agrupación que va a empezar a tomar actitudes, que mucho después de la revolución nacional de 1952 van a llevar a los obreros a tomar las riendas de la población.
                        El Centro Social de Obreros dirigido por Foronda y Carlos Mogrovejo, va a empezar a apoyar a autoridades que no están relacionadas con los "vecinos" del pueblo, apoyarán por ejemplo al subprefecto Walter Morales y al alcalde José Guzmán, siendo para ellos una prenda de garantía muy especialmente para la clase obrera.
                        El nuevo Prefecto, Gral. Enrique Alcoreza, ratificó al Subprefecto y nombró como Alcalde municipal a José Rubín de Celis. Habrá que recordar que para las elecciones nacionales el general Enrique Peñaranda había obtenido un total de 871 votos contra 2 de José Antonio Arze. Para senadores, Franz Tamayo, quien también era dueño de una finca en la provincia, obtuvo 415 votos. En un censo de la población de 1942, se cuentan con unos 800 habitantes, de los cuales no sobrepasan la centuria a los vecinos principales, incluidas las familias emergentes.
                        Algunos partidos nuevos van a tener acogida parcial como el Partido Republicano Socialista, que entre sus miembros contaba a Germán Luján, Roberto Vizcarra, Raúl Miranda, Julio Cabrera y Melecio Cerruto, a quienes se les notificará que se abstengan de soliviantar al pueblo contra las autoridades comunales.
                        La Unión Sindical de Obreros, dirigido por Simón Márquez, parece convertirse en el sucesor del Centro Social de Obreros de efímera duración. Márquez culminará su rauda carrera política como miembro del Movimiento Nacionalista Revolucionario, cuando llega a asumir la alcaldía de la población.
                        El regreso de la guerra, dará opción a que muchos de los denominados obreros empiecen a tomar los cargos de gobierno de la población, mientras que, paulatinamente los antiguos vecinos van dejando de dirigir la vida de la población, sin desvincularse de sus actividades ellos son los señores que dan otro carácter a la vida del pueblo.
                        Vecinos provenientes de familias emergentes que aun quedaron formaron, paralela a la Junta Impulsora, el Centro de Acción Pucarani, organismo que tendrá corta actividad. Tanto la Junta Impulsora como el Centro de Acción se dedicaron a actividades como la refacción del templo  o de las capillas de la población.
                        Parece que muchos de sus pobladores vieron el futuro incierto que vivió la población. La migración hacia La Paz fue un hecho consumado. Todavía algunas familias utilizaron la doble residencia. La sede principal de sus actividades fue La Paz, donde se congregaron alrededor de un viejo barrio, la zona del Rosario. La población servirá como punto de reunión, especialmente cuando tengan que celebrarse las principales festividades religiosas  como la de San José, La Cruz, y Remedios, aparte de la tradicional festividad del carnaval.
                        En este periodo previo a la revolución nacional de 1952, tanto las familias emergentes, como aquellos obreros que tienen otra mentalidad empezaron a tantear sus posibilidades de conquistar el dominio y vacio dejado por los antiguos vecinos.
                        Es interesante observar, por ejemplo, que la familia de Germán Luján, va a tratar de ganar el espacio dejado por otras. Luján tendrá preponderancia hasta muy entrada la década de los cincuenta, sus descendientes asentados en el pueblo van a tomar para sí algunos cargos que van desde la presidencia de la Junta de vecinos hasta los cargos de la burocracia provinciana. Otra familia que siguió los mismos pasos es una rama de los Miranda, quienes también van a tratar de captar para sí algunos puestos públicos que les puedan rendir beneficios.
                        Estas familias cuentan para sí con tierras que heredaron de sus antepasados, que les permitirán vivir holgadamente. El comercio es otra de las actividades a las que se dedicarán y probarán fortuna instalando una planta embotelladora de bebidas gaseosas con características muy rudimentarias. Impulsarán los hornos de panificación y otro tipo de actividades comerciales.
                        Entre estas familias emergentes, la de los Luján llegará a la larga a convertirse en una de las principales. El factor preponderante es la habilidad que tienen de seguir al partido político de turno. La revolución de 1952, servirá a las familias emergentes de trampolín. Alguno de sus miembros, como Alfredo Cabrera, tomando la causa del movimientismo dirigirá a las centrales agrarias con el fin de consolidar la Ley de Reforma Agraria, en la que está empeñado el gobierno central.[38]
                        El Subprefecto Bernardino García organizará un acto en la ex finca de Corapata[39] con el fin de entregar los títulos de propiedad a los "campesinos" que desde ahora serán dueños de sus tierras. Corapata y Ancocagua vienen a convertirse en las principales haciendas que sufrirán los efectos de la ley de reforma Agraria. Ante tal situación las demás fincas y estancias que no han sido damnificadas se verán en situación precaria y a expensas de los "nuevos líderes" del movimientismo.
                        La nueva Junta de vecinos, posesionada en 1957, nos muestra el cambio que se está produciendo en lo que significó el interés de las familias por el control de ciertas instituciones. En esta junta aparece como presidente Filiberto Luján, hijo de Germán; Marcelino Espejo, un obrero que funge de vicepresidente; Raúl Miranda como secretario; Manuela vda. de Cordero como tesorera, también de familia emergente, y los vocales Vicente Santander y Vitaliano Balboa, provenientes de familias de obreros.
                        La acefalia del cargo de Subprefecto, motivará que en reunión de autoridades locales, el vecindario de la población, excombatientes y los sindicatos campesinos solicitaron la designación de Samuel Cabrera Saavedra, un miembro, según los solicitantes, activo del partido. También solicitarán la ratificación del oficial del registro civil, Alicia Luján vda. de Irusta, igualmente militante del partido, desempeñándose como jefa del comando femenino.
                        Después de mucho tiempo y ante el constante abandono que van haciendo muchos de los que fueron los principales vecinos, la irrupción del partido político gobernante será sumamente fuerte. Solo viendo los nombres de los peticionarios de nombramiento de autoridades nos podemos dar cuenta que ante la circunstancia política que vive en general el país, las familias emergentes se van a valer de esta situación para poder ascender en la hegemonía del pueblo.
                        Años después, en 1959, los miembros de la asociación de excombatientes harán un pedido al prefecto del departamento solicitando el nombramiento de un elemento "bastante conocido como luchador de la causa del Movimiento Nacionalista Revolucionario".[40]  La lucha se va a centrar entre miembros del mismo partido en procura de obtener los mayores favores posibles de los principales hombres del partido. Habíamos observado como un grupo de pobladores solicitan el nombramiento de Samuel Cabrera como Subprefecto, éste va a llegar a la población a los pocos días de dicho pedido, del 5 de octubre, ingresando a la población un 30 de octubre como indican haciendo gala de que él era ya el Subprefecto y es la única autoridad de la provincia.
                        El Alcalde municipal, también miembro del partido de gobierno, hacía la denuncia indicando que en su calidad de jefe del comando de esta provincia, el mencionado subprefecto na ha sido una prenda de garantía y que no conoce sus atribuciones, siendo una persona completamente irresponsable que denigra los postulados de la revolución nacional.[41] El hermano del nombrado subprefecto, Alfredo Cabrera, se valdrá del partido para conseguir preeminencias obteniendo el nombramiento de jefe del comando provincial.
                        A los pocos años llegará a tomar la alcaldía un obrero y miembro del partido oficialista, Simón Márquez, quien en la década de los cuarenta aparece como miembro principal de la Unión Sindical de Obreros. Márquez es otra de las personas que va a ascender en el espectro político del pueblo, llegando a convertirse en el hombre fuerte, no solo por su ligazón al partido de gobierno, sino por el don de mando que tenía sobre la población, especialmente la llamada "obrera", organizando a los campesinos de la provincia.
                        Los hijos de la guerra cambiarán el rumbo de la vida de la población, después de su retorno y a partir de 1940 se iniciará la lenta y constante migración de los hijos de los antiguos dueños de tierras, la sociedad rural estaba en un proceso de un ya creciente cambio social, y la ciudad brindaba esta posibilidad.
Conclusión.
                        La quiebra del sistema de dominación tradicional, basada en la importancia de las familias, se iniciará con el retorno de los hijos de la guerra del Chaco, lo que dio como resultado la constante declinación de la población y la emergencia de nuevos centros poblacionales como es el caso de Batallas, que en corto tiempo se va a convertir en una población pujante con intenciones de tomar el control político de la provincia. Esto, si puede llamarse fenómeno social, generó un desarrollo regional desigual, tipificado por la caída de la elite de poder tradicional y la emergencia de nuevos grupos ligados a la política y a nuevas actividades económicas.
                        En el contexto del ámbito rural, donde tanto las comunidades como las haciendas van a recibir el impacto de la transformación de los centros poblacionales de poder, en donde la jerarquía estará en manos de los hacendados, algunos asentados en el pueblo y otros en la misma ciudad. El funcionamiento del sistema requería de agentes intermediarios que conectaban las elites hacedatarias con los llamados obreros, obteniendo algunos cargos de autoridades, mientras que los vecinos principales controlaban a la población indígena residente en las comunidades.
                        Durante el siglo XIX republicano la región fue objeto y escenario de la lucha por la tierra que entablaron las comunidades campesinas contra el avance, legal o ilegal,  de la hacienda. Es como esta pequeña población, que adquirió cierta importancia durante la colonia, por ser centro de peregrinación, va ir ensanchando su pequeño radio urbano con un crecimiento poblacional relativamente bajo, pero sí con una importancia comercial que va a permitir mantener en su seno durante mucho tiempo a sus llamados vecinos notables.
                        No conocemos la influencia que tuvo en su vida las guerras del Pacífico (1879) y del Acre (1903). La poca información al respecto nos dice que se habría perdido la fuerza militar destacada en la población. Dicha fuerza armada sirvió a los hacendados del siglo XIX para mantener sus propiedades a buen recaudo en sus luchas con las comunidades campesinas.
                        El comercio de la región no representó el resultado del desarrollo que se le pretendía dar. Los modernos medios de comunicación como el automóvil y la carretera, le darán, como se puede observar, una hegemonía en relación a los cantones vecinos, pues la mayoría de ellos debían pasar por la misma población.
                        Si el Kaakaka o llamado también Huayna Potosí es una montaña símbolo, como tal también atrajo a muchos de sus pobladores, fueron principalmente contingentes de la región, mediante distintos sistemas de contratación a trabajar en la mina Milluni. Al parecer recurriendo al sistema de enganche. Pucarani se convirtió en el centro donde se reclutaba mano de obra para el trabajo en la mina, solo así se puede comprender como un gran número de campesinos son llevados por el fascinante mundo del centro minero.
                        Es de esta manera que muchos de los llamados obreros, luego de prestar su servicio en la mina de Milluni, y conseguir acumular pequeñas sumas de dinero volverán a la población ya sea a asentarse definitivamente o a iniciar la formación de nuevas familias emergentes que gracias a los intercambios comerciales van a empezar a tomar algunos cargos de jerarquía dentro de la población.
                        La creación de nuevos distritos y el reconocimiento que trataban de obtener las comunidades indígenas, logradas después de la revolución de 1952, fueron un ejemplo palpable de los cambios que contribuyeron a la quiebra ya anunciada del sistema de dominación tradicional.
                        Al mismo tiempo que los mecanismos de poder regional sufrían importantes cambios con la emergencia de nuevos grupos familiares, vinculada fundamentalmente al comercio, los grupos sociales que antes habían gozado de gran prestigio, debido principalmente a haberse alejado de la vida de la población, serán remplazados por estas familias emergentes.
                        La ruptura del sistema de dominación tradicional, la diferenciación social ocurrida en la región, y la constante y cada vez más estrecha ligazón y atracción de la ciudad, debilitaron la posición de los hacendados en la estructura social de la población.
                        Los movimientos campesinos realizados durante las primeras décadas del siglo XX, fueron una alerta a los dueños de fundos y a la hegemonía que ejercían sobre ellos la población rural. En la década de los treinta, con motivo del reclutamiento de que fueron objeto, la situación se pondrá tan tensa que muchos preferirán dejar sus tierras en manos de administradores y quedarse en la ciudad para desde allí tratar de seguir manteniendo su influencia.
                        Influencia que se va a reflejar precisamente en los momentos de elecciones, donde los vecinos y los letrados que tienen el privilegio del voto dejarán sentir sus preferencias por aquellas personas que en determinado momento estuvieron ligados a la vida del pueblo y que ahora, siempre en su condición de hacendado, como residente de la ciudad están en condiciones de poder colaborar a sus protegidos.
                        Los cambios ocurridos habían favorecido, como dijimos, la emergencia de nuevos grupos familiares que aspiraban a complementar el éxito económico con el poder político y la autoridad local. Las elecciones representaron el mecanismo para lograr sus objetivos. La identificación partidaria siguió la línea de división económica existente y actuó como detonante del conflicto que puso en crisis el sistema de autoridad local: municipio y subprefectura.
                        La transformación regional tiene algunas características básicas que podrán sintetizarse de la siguiente manera. La dominación de tipo tradicional es la que va a marcar y caracterizar a la vida de la población durante mucho tiempo donde el hacendado y el vecino notable son las personas que hegemonizan el movimiento de la población.
                        Un segundo aspecto a destacarse es la llamada modernización de las vías de acceso que acortaban la distancia entre la población y otros cantones con los que necesariamente debía vincularse, sin dejar de lado siempre la ciudad.
                        Una otra etapa que marcará algunas características se encuentra por la constante intensificación de los contactos del pueblo con la ciudad. Hecho este que originó la migración de las llamadas elites hacendatarias, el abrir los ojos a los vecinos notables que no poseen tierras importantes de la ciudad, dejando un paulatino vacío de poder que deberá ser cubierto por la nuevas familias emergentes.
                        Si los hijos de la guerra decidieron abandonar el pueblo, algunos de sus hijos estarán en condiciones de volver al suelo de sus padres. Es de esta manera que se recrearán otras formas de mantener el contacto con la tierra. La imaginación recreará, o reavivará las fiestas religiosas, mediante la cuál a muchos les permitió volver aun cuando sólo sea por lo menos algunos días.
                        Estos hijos que van a salir a obtener profesiones a las grandes ciudades, no van a utilizar sus conocimientos en beneficio del lugar, los ejemplos son raros. Alguno, desde la posición que tomó, tratará de conseguir algún paliativo para el lugar. La mayoría, especialmente aquellos que lograron sobresalir en cualquiera de los campos, ya sea profesionales o políticos, serán quienes estén en la mira de las autoridades locales de turno. Estas pocas familias que logran escalar posiciones, por medio de sus relaciones sociales, ayudarán efectivamente al desenvolvimiento del pueblo.
                        Las familias emergentes que ahora son las principales del lugar, seguirán basando su poder en el comercio. Si bien desde un principio fue una población con alguna característica de comercio regional, las características cambiantes de la época le llevaron a recrear su actividad. En determinado momento fueron los "sombrereros" quienes estuvieron marcando las pautas comerciales, posteriormente fueron los "panaderos", que en determinado momento controlaron la distribución de este alimento de primera necesidad, asi sucesivamente nuevos rubros económicos permiten a la población imponer las pautas de conducta.
                        En la actualidad estos gremios aún persisten, siendo los más importantes los distribuidores de cerveza. Los cuatro distribuidores de cerveza llegaron a tener importancia, que fueron en los últimos años quienes pasaron la fiesta religiosa de mayor importancia, que permite de alguna manera mostrar su poder económico a nivel regional.
             La otra historia a escribirse tiene relación a la necesidad de volver a que la población no muera, producto de la migración hacia la gran ciudad a causa de las leyes sociales y económicas dictadas por el MNR. Se emplearán nuevas estrategias y se verá en la actividad deportiva una nueva opción que la caracteriza, cuando se construye y asfalta el Autódromo Municipal de Pucarani, que culminará con la promulgación de ley que convierte a Pucarani en “ciudad deportiva”. La historia de las dos ultimas décadas esta actualmente siendo escrita por una serie de transformaciones de carácter normativo legal: La descentralización administrativa. La ley de participación popular. El proceso de autonomía que de acuerdo a la nueva Constitución Política del Estado comprende: La autonomía departamental. La autonomía regional. La autonomía municipal. La autonomía indígena originaria. Es una historia pendiente a contar.

(Ponencia presentada al II Encuentro Nacional de Historia de la Provincia del Azuay. Cuenca, Ecuador (Octubre de 2010)  


* Juan H. Jáuregui es Investigador asociado del Centro de Estudios para la América Andina y Amazónica; Docente titular de la carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia); y candidato a doctor en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador.
[1] Pucarani forma parte del Departamento de La Paz. Es capital de la provincia Los Andes. El espacio de estudio se encuentra ubicado en el altiplano norte boliviano, se encuentra dentro del area circumlacustre del lago Titicaca, con presencia de napas freáticas las que son apreciadas para el pastoreo. La subcuenca de Pucarani forma parte de la cuenca del titicaca y es la de mayor extension en el altiplano norte.
Fray Antonio de la Calancha dice que “El lugar i asiento que oy se llama Pucarani donde está la Imagen de la soberana Reyna de los Angeles se llamó en su antigüedad, i en el tiempo de los Reyes Ingas Quescamarca…”, en Crónica Moralizada del Orden de San Agustín en el Perú, 6 Vols., Lima, Edición de Ignacio Prado Pastor 1978. p. 1956. Sobre estudios en relación a la región pueden verse: Manuel Rigoberto Paredes, La provincia de Omasuyu, La Paz, Ediciones Isla, 1955; Ximena Medinaceli, Comunarios y yanaconas. Resistencia pacífica de los indios de Omasuyos (siglo XIX), Tesis de Licenciatura, La Paz, Carrera de Historia UMSA, 1986; Rolando Costa Ardúz, Monografía de la Provincia Los Andes, La Paz, Prefectura del Departamento de La Paz, 1996; Eduardo Jáuregui (Coord.), Plan Regulador de Pucarani, Pucarani, Alcaldía Municipal de Pucarani/Jáuregui & Jáuregui consultores asociados, 1996; Alejandro Mamani, Historia y Cultura de Cohana, La Paz, Hisbol/San Gabriel, 1987.
[2] Antonio de Alcedo dice “adoran estos gentiles un cerro que sobresale entre los demás de la Cordillera y es el más inmediato al pueblo llamado Caacaca, siempre cubierto de nieve, donde tenía la figura de un indio de piedra de media vara de alto…” en Diccionario Geográfico Histórico de las Indias Occidentales o América, Tomo IV, 1788. p. 301.
[3] El Archivo Nacional de Bolivia el Fondo de Libros de Revisitas; El Archivo de La Paz cuenta con el Fondo de Libros de Revisita; Fondo de Expedientes Prefecturales; y el Fondo del juzgado de Pucarani. A ello se debe adjuntar los Anuarios de Leyes que contienen Leyes, Decretos, resoluciones Supremas y otras disposiciones gubernamentales, que se inicia con el< nacimiento de Bolivia como Nación, ahora Estado Plurinacional.
[4] Francisco de Paula Sanz, Libro de informes de la visita de tabacos y descripción de las provincias del Río de la Plata y una razón del reino de Chile (1779-1780), Archivo Nacional de Bolivia. Transcripción inédita de Juan H. Jáuregui.
[5] Gregorio Cordero Miranda, “Excavaciones en Pucarani”, en Pumapunku  Nº 3,  La Paz, Alcaldía de La Paz, 1971. Del mismo autor “Estudio preliminar en las islas de Intja y Suriki del lago Titicaca”, en Pumapunku  Nº 5,  La Paz, Alcaldía de La Paz, 1972.
[6] Gregorio Cordero Miranda, “Excavaciones en Pucarani…” Op. cit.
[7] Roberto Choque Canqui, Sociedad y economía en el sur andino, La Paz, Hisbol, 1989
[8] Fray Antonio de la Calancha, Crónica moralizada Op. cit.
[9] Fray Antonio de la Calancha le dedica el capítulo XIV de su Crónica Moralizada para explicar la entronización de la virgen de la Candelaria conocida como Nuestra señora de la Gracia y sus milagros en los capítulos XV al XVII. Pueden encontrarse referencias en torno al convento agustino en Fray Bernardo de Tórres, Crónica Agustina, 3 Vols., Lima, Edición de Ignacio Prado Pastor, 1974.
[10] Edgar A. Valda Martínez, Potosí y la Viren de Copacabana. F.T. Yupanqui, la ch’ujlla y la janaxkacha, Potosí, Sociedad Cultural Potosí, 1992.
[11] Juan H. Jáuregui, La rebelión indígena en el campo, 1780-1783. El Corregimiento de La Paz y la Provincia de Chichas, Quito, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Ecuador, Tesis de Maestría en Historia, 1987.
[12] Flavio Prieto, “Apuntes sobre Pucarani”, en Pucarani, La Paz, Organo del Club Cultural Pucarani, 1979.
[13] La letra en ritmo de huayño dice: “Viva Pando, viva Pando ese general valiente, con su gente Pucarani hizo temblar Achacachi”
[14] Juan H. Jáuregui, “Conflicto comunidad-hacienda: Pucarani, 1880-1900”, en Data Nº 1, La Paz, INDEAA, 1991.
[15] La presencia de este sacerdote de origen mexicano ha sido muy poco estudiada. La mejor referencia se puede encontrar en el trabajo de René Arze Aguirre, Guerra y conflictos sociales. El caso rural boliviano durante la campaña del Chaco, La Paz, CERES, 1987.
[16] Noble David Cook, Tasa de la Visita general de Francisco de Toledo, Lima, 1975.
[17] René Arze Aguirre, “Haciendas jesuíticas en La Paz”, en Historia y Cultura Nº 1, La Paz, Sociedad Boliviana de Historia, 1974.
[18] Francisco de Paula Sanz, Libro de informes de la visita de tabacos y descripción… Op. cit.
[19] Véanse los siguientes trabajos como el de Marie Danielle Demelas, “Darwinismo a la criolla. El darwinismo social en Bolivia, 1880.1910, en Historia Boliviana I/2, Cochabamba, 1981.Erwin P. Grieshaber, “Resistencia indígena a la venta de tierras comunales en el departamento de La Paz, 1881-1920”, en DATA Nº 1, La Paz, INDEAA, 1996. Herbert S. Klein, “Respuesta campesina ante las demandas del mercado y el problema de la tierra en Bolivia, siglo XVIII-XIX”, en Nicolás Sánchez Albornoz, Población y mano de obra en América Latina, Madrid, Alianza editorial, 1985.
[20] Véase Juan H. Jáuregui, “Conflicto comunidad-hacienda…” Op. cit.
[21] Citado en Jorge Alejandro Ovando Sanz, El tributo indígena en las finanzas bolivianas del siglo XIX, La Paz, CEUB, 1985. p. 285.
[22] Archivo de La Paz, Fondo Prefectura. Posteriormente se citará como ALP/FP y el Fondo Prefectura de Expedientes (ALP/P-E)
[23] Marie Daniele Demelas, “Sobre jefes legítimos y vagos. Insurrecciones indias y guerra civil en Bolivia a fines del siglo XIX”, en Historia y Cultura Nº 8, La Paz, Sociedad Boliviana de Historia, 1985. p. 52.
[24] Ver Juan H. Jáuregui, “Conflicto comunidad-hacienda…”, Op. cit.
[25] Testamento de Camilo Jáuregui, ALP/FP.
[26] ALP/FP
[27] ALP/P-E, 1914.
[28] Ibid.
[29] ALP/P-E, 1923.
[30] ALP/P-E, 1926.
[31] Ibid. La referencia de Siles esta en relación al presidente boliviano Hernando Siles.
[32] El 3 de Mayo se celebra la “Fiesta de la Cruz” en donde se baila una danza de origen guerrera denominada “Pallapalla”.
[33] ALP/P
[34] ALP/P-E, 1933. También véase René Arze Aguirre, Guerra y conflictos sociales… Op. cit.
[35] ALP/P-E, 1833.
[36] ALP/P-E, 1934
[37] Heriberto Jáuregui Rubín de Celis inició su actividad como maestro rural en la Escuela 7 de Noviembre de Tupiza (Potosí), en 1927, terminando su actividad en la escuela Mariscal Santa Cruz, en 1961, de la ciudad de La Paz.
[38] Después de la llamada victoria de abril de 1952, donde los mineros de la mina Milluni tendrán una actuación decisiva. El programa de reforma agraria y minera fue llevada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario. Este partido controlará el proceso político durante muchos años, sus simpatizantes y activistas serán conocidos como “movimientistas”. Es con este partido con el que se introducirán los llamados “Sindicatos Agrarios”, lo que permitirá su posterior incorporación a la Central Obrera Boliviana.
[39] En la actualidad Corapata es una población con rango de Cantón. Gran parte de las ex haciendas se han convertido en nacientes núcleos urbanos rurales.
[40] ALP/P-E, 1959
[41] ALP/P-E, 1957

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