martes, 23 de noviembre de 2010

Historiografia Boliviana

EL FRACASO DE LA HISTORIOGRAFÍA BOLIVIANA
Tuvo alguna vez resplandor nuestra historiografía? Influenció al menos en las otras ciencias sociales? Y hacia los países vecinos? Nunca. Seguimos dependiendo de las sospechas de las historiografías peruanas, argentinas o ecuatorianas. La manera provinciana de hacer historia como simples relatos sociales, sean señoriales o populares, al parecer se quedarán en solo eso: en simples relatos. Sin ninguna postura filosófica, o propuesta teórica de lo que en su momento significaron los hechos históricos. El endiosamiento de los documentos escritos, oficiales además, ha enceguecido a la historiografía boliviana, al extremo de quedarse tuerto e inútil frente a la rica realidad, e inmensa respecto de documentos distintos.
En estos últimos 30 años, fuera de los gestos de historiadores aymaras y quechuas con las apuestas de recuperación de la memoria histórica, y la tradición oral, la historiografía boliviana no ha producido ningún historiador marxista de relevancia. Ningún historiador neoliberal brillante, ningún historiador posmoderno, ningún historiador del movimiento obrero, etc. De las distintas modas intelectuales que pasaron por Bolivia, al parecer ninguna interesó a los “profesionales de la historiografía boliviana”. Por qué? Mediocridad de la enseñanza? Debilidad estructural teórica? Repetición escolástica universitaria? Ausencia de teóricos de la historiografía, de calidad?
Por qué en estos procesos sociales que empezaron el año 2.000, con la guerra del agua en Cochabamba, la historiografía boliviana no dijo nada? Y no dice nada hasta hoy en día? Los sociólogos han producido toneladas de libros con sus especulaciones de café; pero los historiadores al parecer están esperando que llegue el año 3.000 para empezar a relatar estos sucesos histórico- sociales.
Cuando el mundo entero observa a Bolivia, y saltamos desde la periferia de la periferia, para ser analizados como colectivos sociales importantes, porque nuestras organizaciones sociales hacen noticia mundial con la toma del poder político, los representantes de la historiografía boliviana nada dicen y quizás nada digan, reflejo de su realidad: ausencia de sustento teórico y sin representantes de altura intelectual respetables. No existen grupos y tendencias historiográficas, no hay representantes oficiales ni siquiera de las academias actuales. Y estas son entonces las paradojas actuales de nuestra historiografía: encerrada en sus castillos de naipes, cuando todo el mundo, por decirlo así, toma nota de los acontecimientos bolivianos.
La raquítica y esquelética historiografía boliviana, como corpus y corrientes, deja mucho que desear. Personalidades siempre hubo, y los hay; pero unas golondrinas no hacen la primavera. Las ausencias de escuelas y corrientes historiográficas ponen en evidencia la ausencia de historiadores, con posturas filosóficas sólidas y coherentes. Evidencian también una debilidad estructural teórica e intelectual, es decir evidencian su rotundo fracaso en las circunstancias presentes. Y esta mediocridad intelectual debe llamarnos la atención a quiénes hemos elegido, como opción de vida profesional y vocacional, acercarnos a la historia para debelar sus signos y contradicciones, en sociedades precisamente tan contradictorias y con secuelas coloniales profundas como las nuestras.
Nuestra generación esta llamada a cambiar estas estructuras ya colapsadas y viejas. Es preciso hacer una nueva historiografía, una historiografía del Cambio: humano, espiritual, epistemológico y filosófico. Quememos las viejas estructuras mentales, decimonónicas y medievales de la historiografía boliviana, que en nada contribuyen a los procesos actuales. Borremos esas maneras egoístas, elitistas, personalistas, mezquinas y mediocres de “hacer historia”. De una vez por todas quememos esas salas mal olientes y putrefactas del ejercer la historiografía boliviana. Inauguremos por fin una nueva corriente del quehacer historiográfico boliviano. Es una cuestión moral y de actitud ante el futuro, y ante nuestras propias vidas.
Max Murillo Mendoza
Cochabamba, 19 de Noviembre de 2010.