miércoles, 15 de abril de 2009

José Luís Roca, historiador orgánico del Oriente

José Luis Roca,
historiador orgánico del Oriente (1935-2009)

Luis Oporto Ordóñez[1]

La Academia Boliviana de la Historia de Bolivia, en una escueta noticia hizo conocer la muerte del Dr. José Luis Roca García, lamentable e infausto aviso que pone en duelo a la historiografía boliviana. El Dr. José Luis Roca García, fue uno de los pocos historiadores especializados en el estudio científico del proceso de la Guerra de la Independencia de Bolivia. Con este testimonio expreso mi profundo respeto por esa trayectoria destacada, del intelectual, historiador polémico, maestro de generaciones, político.

Escudriñando los orígenes de Bolivia

Su primer escrito trató sobre la creación de Bolivia, defendiendo a capa y espada a un personaje poco estimado de nuestra historia: Casimiro Olañeta, aquel que fue calificado como el “Talleyrand” boliviano, el “doble cara”, el que provocó el motín contra el Mariscal Sucre, pero el que a la postre fue el artífice de la creación de Bolivia. El tema recurrente de Charcas, fue su última obra de conjunto, también.

Saltó a la palestra historiográfica, refutando la tesis de Charles Arnade, sobre la creación de la República de Bolivia[2] “pero se fue distanciando de la polémica historiográfica para desentrañar uno de los códigos genéticos del estado nacional boliviano: la precoz singularidad de un conglomerado humano, segregado de quienes lo rodean y que andando el tiempo se convirtió en un ente estatal mucho más cohesionado de lo que comúnmente se piensa”, como señala la contratapa de su inigualable Ni con Lima ni con Buenos Aires…

Sus afirmaciones históricas se basaban en datos absolutamente confiables, pues surgen como resultado de la compulsa documental. El trabajo de archivo era asumido con pasión por José Luis Roca. Si bien no estudió Historia, pues era abogado, asumió como pocos historiadores profesionales el rigor del método historiográfico.

Era un notable autodidacta de la Historia que enseñó esta especialidad a la primera y segunda generación de historiadores profesionales en la única carrera universitaria en la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz), aunque debo afirmar que fue expulsado por los estudiantes a inicios de 1980[3]. Como una paradoja de la vida académica se puede calificar al hecho que volvió a impartir clases –a las que asistieron aquellos estudiantes, hoy profesionales—en la Maestría de Historias Andinas y Amazónicas, el 2002.

Historiador ‘orgánico’ del Oriente

Defendió a ultranza el título de Oriente para caracterizar a la vasta extensión territorial desde los llanos de Manso hasta la Amazonía. Es decir, en sus palabras, el Oriente boliviano (vg. Santa Cruz), sería la referencia geográfica única para identificar tanto al oriente como a la amazonía, a pesar que son dos espacios geográficos, históricos, económicos y culturales distintos, tratando de esa manera construir un concepto de geopolítica histórica hegemónica.

Criticó, por ello, la propuesta remozada de la historiografía que denominó –quizá con mayor propiedad—a estas regiones como “Los Orientes”, para dar idea de esa diversidad (Cif. Pilar García Jordán).

Su pasión por Santa Cruz de la Sierra y el proyecto histórico regional, motivó su adhesión militante, mas sin abandonar el podio del historiador (como lo han hecho otros historiadores ‘profesionales’ en aquella capital). No obstante, debo afirmar, ‘ideologizó’ la historiografía que el mismo pretendía erigir como ciencia, poniéndola de esa manera al servicio de la “causa” cruceña. Más, no adhirió a causas separatistas, sino al derecho regional a un desarrollo autónomo, sin desligarse del tronco del Estado, Bolivia.

Otra faceta de esa ‘militancia’ se expresa en su intento de generar un medio de prensa al servicio de los intereses regionales. Bautizó a ese periódico con el nombre de “El Otro, opinión que no se rifa”, que se ocupaba de criticar acerbamente al gobierno que rige hoy el destino del país. Decía, por ejemplo, cuando se refería al presidente de los bolivianos y bolivianas, “Evo goza de gran respaldo”, para –al mismo tiempo—espetarle “Evo no te sometas a Chávez”. Le dotó a ese periódico mensual (que ya desapareció), de un notable e interesante suplemento cultural, denominado “La Cultura en el Otro”. El “Otro” era sinónimo del cruceño, de la antinomia del “colla”[4].

Obra completa, un aporte esencial a la historiografía boliviana

Se puede afirmar que vivió intensamente cuando investigaba y escribía. Era apasionado y polémico, inconforme, pero acucioso. Desdeñaba el marxismo, pero respetaba a quienes la profesan. No era, de ninguna manera, dogmático o chauvinista, pues si bien amaba entrañablemente la tierra de sus mayores Santa Cruz de la Sierra, lo hacía mucho más a Bolivia a la que dedicó su obra intelectual.

Su obra historiográfica es sustanciosa, crítica, y, diría yo, fundamental. Publicó varios libros, cito por su importancia innegable importancia su obra completa:

Casimiro Olañeta, artífice de Bolivia (La Paz, Amigos del Libro, 1978), Derrotemos el hambre (La Paz, UNICEF, 1986), La Fisonomía del Regionalismo Boliviano* (La Paz, plural, 1999), Gabriel René Moreno, el Hispanoamericano* (La Paz, Don Bosco, 1988), Olañeta: dos caras e historiadores (La Paz, ABNB, 1999), 1809: La revolución de la Audiencia de Charcas en Chuquisaca y en La Paz* (La Paz, Plural, 1999), Por qué cayó el mariscal Sucre (La Paz, Garza Azul, 1999), Bolivia después de la capitalización. Una crítica al “gonismo” y sus reformas* (La Paz, Plural, 2000), Economía y sociedad en el Oriente Boliviano, siglos XVI-XX* (Santa Cruz, Cotas, 2001), el Hotel de Sal. Juicio a Bolivia: año 2016* (con Xavier Nogales. La Paz, Reaflicción, 2002). Su última obra titula Ni con Lima ni con Buenos Aires. La formación de un Estado nacional en Charcas* (La Paz, Plural, 2007)[5].

Queda amplia contribución intelectual de José Luis Roca sin mencionar, pues está dispersa en revistas y anuarios, entre ellos el que publica el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia. Otra contribución fundamental se encuentra en el Diccionario Histórico de Bolivia[6].

Oriundo del Beni, pero cruceño de ascendencia

Nació en Santa Ana del Yacuma (Beni) en 1935, pero, afirmaba que “mis abuelos y bisabuelos fueron cruceños”, reivindicando de esa manera como origen genealógico aquella cuna. Estudió primaria en su pueblo natal y la secundaria en el Colegio Nacional “Florida” de Santa Cruz. Se graduó como abogado en la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca e hizo un postgrado en Historia y Derecho comparado en los Estados Unidos.

Ejerció la cátedra titular de Historia de América de la UMSA. Entre 1980 y 1984 fue investigador honorario del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres; presidente de la Sociedad Boliviana de Historia, miembro de número de la Academia Boliviana de Historia, de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Ruiz y de la Academia Cruceña de Letras.

Fue amigo de muchas instituciones, entre ellas de la Biblioteca y Archivo Histórico del Congreso Nacional, respetable repositorio nacional al que entregó la mayor parte de su obra completa[7], pues era un convencido del derecho de comunicar y recibir ideas libremente. Creía en la institucionalidad del Estado y por ello apoyó siempre que pudo a los centros culturales y científicos del país.

Abrazó la política[8] y la dirigencia empresarial, pero ambas actividades le trajeron sobresaltos y penurias, al extremo de haberse desencantado de ellas, pero nunca se arrepintió. Sobrellevó épocas duras que resistió estoicamente, y pese a esos avatares, gozaba indescriptibles momentos cuando corregía sus ‘galeras’ (si así se puede llamara a las ‘pruebas de imprenta’ en la era digital) en los talleres de la editorial Plural, que auspició la edición de su obra cumbre, Ni con Lima ni con Buenos Aires, con auspicios del Instituto Francés de Estudios Andinos.

Fue periodista, embajador, ministro de Estado, senador de la República por Pando, empresario, dirigente ganadero, político conservador, y consultor de organismos nacionales e internacionales.

Hizo también trabajos llamémosle ‘técnicos’, como resultado de consultorías que tomaba para superar tiempos tormentosos[9].

En otras ocasiones apoyó, desde su experiencia como –diremos-- “gestor cultural” (especialidad hoy en boga en nuestros países). Fue importante su trabajo de asesoría en la redacción de los estatutos y el primer proyecto de ley de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, en aquella época en que el destino de respetables repositorios nacionales (vg. Museo Nacional de Etnografía y Folklore, Casa de la Libertad, Casa de la Moneda, y luego el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia), bajo la administración del Ente Emisor, pendían de la espada de Damocles, a raíz de las “recomendaciones del Banco Mundial que señalaban la urgencia de ‘devolver esos repositorios al Ministerio de Educación y Cultura’, pues en criterio de los tecnócratas de ese organismo internacional, nada tenían que hacer bajo la administración del Banco Central de Bolivia”[10].

José Luis Roca acudió presto a colaborar con los directores de entonces, demostrando una genuina preocupación por el destino de esos centros de cultura y ciencia[11].

Muchos han olvidado ese su aporte, ciertamente.

Colofón

La última vez que lo vimos fue en una agradable tertulia en la casa de la historiadora riberalteña Pilar Gamarra Salinas, el 2006, cuando decidió retirarse a Santa Cruz de la Sierra, nos obsequió ejemplares de su autoría, y me hizo llegar dos adicionales de su Economía del Oriente Boliviano, para entregarlos a las universidades Nacional de Siglo XX (Llallagua) y Pública de El Alto.

José Luis Roca cultivó la crítica acerba, dura, fundamentada, sin subterfugios, pero sin mancillar el buen nombre, la dignidad y el honor historiográfico de sus ocasionales autores.

Fue uno de mis maestros en la Carera de Historia en la Universidad. Pero, ya en su edad provecta llegó a ser mi amigo intelectual, ideológicamente adverso es cierto pero con el que se podía conversar y discrepar, sin temor a ‘naturales’ reacciones que suele provocar la crítica en nuestro medio académico e intelectual[12].

[1] Director de la Biblioteca y Archivo Histórico del H. Congreso Nacional y docente de la Universidad Mayor de San Andrés (La Paz, Bolivia)
[2] Tesis doctoral de Charles Arnade, publicada por la Universidad de Gainesville (Florida, EE.UU.) en 1957 con el título The emergente of the Republic of Bolivia. Fue traducida al castellano por Luis Peñaloza y editada por primera vez por Editorial Juventud en 1964.
[3] Debo aclarar que José Luis Roca no fue expulsado por causas políticas, como fue el caso de respetables intelectuales que colaboraron abiertamente con las dictaduras de Hugo Bánzer y Luis García Meza.
[4] “El Otro, nueva publicación periódica”, en: Fuentes del Congreso (Año 7, Vol. 3, No. 1, pp. 5). Publicación que alcanzó a editar 16 fascículos.
[5] Los asteriscos (*) indican que estos títulos existen en nuestra institución.
[6] Josep M. Barnadas, compiló esta obra mayor de referencia sobre la historia de Bolivia. A diferencia de otros diccionarios, este no es únicamente biográfico, sino mas bien trata de recoger una radiografía historiográfica de Bolivia, desde diversas ópticas y temáticas. La noche de su presentación, José Luis Roca disfrutó notablemente al hacer el comentario de rigor, sin dejar de pasar la oportunidad para lanzarle un par de dardos críticos a su correligionario. Tiene en su autoría 15 estudios breves en los que se puede apreciar sus afectos y desafectos historiográficos, con personajes tan disímiles como Mariano Baptista Caserta, Narciso Campero, Severo Fernández, José Manuel de Goyeneche, Casimiro Olañeta, Víctor Paz y el Willka Zárate.
[7] José Luis Roca entregó generosamente parte de su obra completa a la Biblioteca y Archivo Histórico del Congreso Nacional. Hicimos la referencia de la donación en Obras completas: “Biobibliografía de José Luis Roca”, En: Fuentes del Congreso, Año 3, Vol. 1, No. 11, pp. 106-107).
[8] Fue fundador del Partido Demócrata Cristiano, tienda política que apoyó a los gobiernos más ‘conservadores’ de nuestra historia reciente. Actualmente le tendió la mano a la agrupación ciudadana Poder Democrático y Social (Podemos) del ex presidente ‘adenista’ Jorge Quiroga.
[9] Cito, por ejemplo, aquel opúsculo de su autoría destinado a las secretarias del Banco Central de Bolivia, con sabias directrices y ejemplos para “redactar correspondencia administrativa”.
[10] Uno de los informes del Banco Mundial en el capítulo referido a Bolivia, recomendaba a las autoridades bolivianas a dedicarse exclusivamente a las funciones ‘técnicas’ referidas al control de la emisión monetaria y la estabilidad macroeconómica del país. En esa época estaba como Ministro de Hacienda David Blanco. La recomendación era muy clara: los repositorios culturales debían ser transferidos al Ministerio de Educación y Cultura de es época. Sólo una campaña de amigos de dichas instituciones culturales, impidió que la medida ‘ya cantada’ se consumara.
[11] Fue el autor del primer proyecto de constitución de una Fundación de Derecho Público, responsable de la administración de un fondo fiduciario que destinaría el Banco Central de Bolivia para el sostenimiento decoroso de los repositorios culturales más importantes del país. En su proyecto no se les quitaba ninguna atribución ni competencia, sino más bien les otorgaba amplia autonomía de gestión.
[12] En realidad, estoy convencido que la crítica no existe en Bolivia, debido a una mentalidad conservadora de la mayoría de los autores, que no toleran la discrepancia de ideas.